En 1887 una exposición de 45 seres humanos llegó
a España procedente de Filipinas. Procedentes de diferentes provincias de la
lejana colonia española, fueron instalados como si fuesen piezas vivientes de
un museo en los Jardines de Recreo del Retiro de Madrid, en los Palacios de
Velazquez y de Cristal. El lago que todos conocemos se construyó para la
ocasión y por el navegaban canoas tripuladas por nativos malayos.
En marzo de 1900 un grupo de 50 inuits pasaron
por Madrid con motivo de una gira europea a raíz de la Exposición Universal de
París. Los Inuits durante años se vieron separados de su familia, su tierra y
sus costumbres.
Nadie se posicionó sobre la vida de los inuit en
pleno verano en Madrid, vestidos con pieles puesto que para el público eran
poco menos que salvajes. Otros asistentes debido a la forma masiva de fumar de
los inuit pensaron que se trataba de una campaña publicitaria de Tabacalera.
A este grupo de inuits tras su gira por diversas
ciudades europeas se les perdió el rastro. De los 50 que viajaron a Europa
engañados, con promesas que no fueron cumplidas, al parecer tan solo seis o
siete regresaron a su hogar y el resto acabaron marginados, enfermos, victimas
de las costumbres occidentales o murieron victimas de infecciones o tras la
exposición a enfermedades que desconocían.
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