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domingo, 23 de febrero de 2014

MUJERES CON CURVAS, CORAZONES QUE SUFREN



AHORA

Hace unas horas que ha finalizado el pase de una película de producción francesa en una cadena nacional. Uno de esos productos de sobremesa perfectos para practicar  el maravilloso arte de la siesta mediterránea en la tarde del sábado. Pero no ha sido así. Ha captado mi atención desde el primer instante porque el tema del guion para mí no es una simple historia, es algo que me afecta de forma personal. 

La trama giraba en torno a la vida de una mujer que trabaja como ejecutiva en una multinacional de cosmética y belleza, felizmente casada, madre de una hija y virtuosa del piano. 

Su círculo social es escaso, los “amigos de su madre política” se burlan de ella en su propia cara, la gente la mira de forma descarada por la calle… simple y llanamente porque es fea. Ese es el gran problema. Es fea. En su mejilla izquierda presenta una mancha cutánea que hace que se sienta acomplejada.

La gota que colma el vaso llega cuando compite con dos candidatas más para un puesto de mayor responsabilidad y que implica contacto directo con el público. Y a pesar de su preparación, su inteligencia, su experiencia, a pesar de todo, el cargo recae en una candidata más joven, que habla alemán y japonés y que es guapa, atractiva y muy seductora. 

La empresa amplía sus intereses hacia el campo de la cirugía estética y es entonces cuando la vida de la ejecutiva, felizmente casada pero fea cambia. Se somete a una operación de estética y el cambio es espectacular. En todos los sentidos. De pronto como no es fea, la empresa descubre lo inteligente y eficiente que es y valora su experiencia y sus conocimientos. 

El resto de la historia es extraño pero posible. El esposo se obsesiona con ella. La acusa de engañarle, la acosa, la secuestra en la buhardilla, enloquece porque de pronto se le escapa la “pobrecita fea a la que él siempre ha querido” ya no le pertenece, sabe que el mundo resultará muy interesante para ella. 

Lo curioso es que ella solo ha cambiado de aspecto. Sigue siendo la misma, sigue amando a su esposo y quiere a su hija. Pero él no lo ve así. Entra en pánico al pensar que le abandonará. 



HACE DOS DÍAS

Hace dos días recibí la llamada de un conocido invitándome a un evento que dijo “probablemente me resultaría interesante”. 

Se trataba de una charla sobre cirugía aplicada a la reducción de peso (by-pass gástrico) y era más que probable que asistiera algún medio de comunicación. 

Mi interlocutor me aseguró que sería un acto breve, que no era necesario que formulase preguntas, me comentó la ubicación. Le respondí que desafortunadamente no me era posible asistir puesto que tenía una cita médica programada con cierta antelación. 

Durante todo el día no dejé de pensar en el evento y en el motivo principal por el que recibí la llamada. 

No fue por mi formación como técnico sanitario especializada en dietética y nutrición o por mi experiencia en medios de comunicación, o porque me guste escribir, o me exprese con cierta soltura o se me pueda considerar relativamente inteligente. 

Tampoco pensaron en mí porque tengo el cabello y los ojos castaños. Simple y llanamente fue porque soy gorda, porque tengo sobrepeso. Ese es el único motivo. 

Tampoco podía dejar de pensar en una maravillosa mujer que recientemente se ha sometido a una intervención quirúrgica que implicó la aplicación de un by-pass 
gástrico. 

El suyo era un caso grave de sobrepeso, que afectaba su salud. En estos momentos se recupera de forma lenta pero segura. No se rinde y avanza con disciplina y entrega en cada paso del proceso. Es una mujer inteligente, con gran sentido del humor, creativa, madre de una adolescente encantadora que ha tomado una decisión difícil y dura: pasar por quirófano, para garantizar que su salud mejorará. 

Días antes de la intervención charlábamos sobre sus sentimientos, sobre el miedo a dar aquel paso. Pero lo que más me rompía el corazón era escucharla cuando decía hablaba de su problema desde el punto de vista estético y se describía con palabras negativas, llenas de resentimiento. 

En mi caso, no siempre he sido “gorda”. He tenido mis momentos. Pero aun así nunca he sido guapa, ni siquiera bonita. Si os digo que no me preocupa o no me ha preocupado, os miento. 

Me hubiese gustado formar parte del grupo de las mujeres aceptables y estéticamente correctas. Pero la madre naturaleza tenía otros planes para mí. 




LA NOTICIA EN EL INFORMATIVO

Volviendo al evento al que fui invitada, al llegar la noche me sorprendió una noticia en el informativo de la noche. Entre crisis política  y crisis económica, el conductor comentaba que en estos tiempos en los que encontrar trabajo resulta tan complicado especialmente para las mujeres, algunas deciden pasar por quirófano, para reducir su peso, puesto que nadie contrata a personas con obesidad y menos si eres mujer. 

Seguidamente daba paso a la crónica grabada esa misma mañana. Creí reconocer el lugar en el que se había grabado como el hotel en el que se me había citado. 

Una de las jóvenes entrevistada era una enfermera cualificada a la que no contrataban porque tenía sobrepeso. La segunda era una joven administrativa a la que nadie contrataba porque no resultaba adecuada para tratar con el público. 

Ambas aseguraban que tras someterse a la intervención y perder peso, había encontrado empleo y se sentían realizadas y felices. También comentaban que en el caso de que te contraten si tienes sobrepeso te asignan a departamentos en los que casi nadie te ve. 

No podéis imaginar cómo me sentí al escuchar lo que se decía en aquel mini-reportaje.

Y tampoco podéis imaginar cómo me he sentido al ver otra noticia “estupenda” que informaba sobre la presentación de una nueva línea de moda femenina pensada exclusivamente para mujeres con “curvas” mujeres “grandes” porque eso es muy español. 

La voz en off no obstante dejaba claro que no se trataba de patronaje destinado a las “tallas grandes”. Imagino que las que pasamos de la talla 60 no debemos ser suficientemente españolas o mediterráneas. 

Seguro que pensáis que no es para tanto. Que no hay que dramatizar. Os aseguro que es para tanto y más y que no dramatizo. 

Porque si atendemos a los impactos informativos que nos rodean y a la información que recibimos, tenemos un serio problema, nuestra sociedad tiene un grave problema de salud y de percepción. 

Por muchas veces que la haya escuchado nunca deja de sorprendente que la buena gente que te rodea se permita preguntarte acerca de “si has pensado en perder peso”. 

Por muchas veces que haya pasado nunca te acostumbras a la gente que “te mira fijamente por la calle y sin disimulo comenta casi en tu oído que estás gorda”. 

Por mucho que sepas que pasará no puedes evitar sonreír “cuando quedas por primera vez para comer con alguien y se sorprende al comprobar que comes incluso menos cantidad que tu acompañante”. 

Por muchas veces que suceda “no dejas de sentirte mal cuando sabes que tus interlocutores masculinos difícilmente pensaran en ti como algo más que una amiga… (Chicos no os trato de superficiales…pero los ojos mandan y vosotros y yo sabemos que es así) porque precisamente no estás entre las más populares”. 

Para las chicas no eres una amenaza, ni tan siquiera competencia. Porque ellos siempre opinarán que eres simpática y agradable y maja pero nunca dirán que eres “sexy”. 

No dirán que eres sexy porque el vocabulario también tiene su función. Si un caballero sale con una chica con sobrepeso inconscientemente se le considerará como perdedor. Si una chica acaba saliendo con un caballero con cierta envergadura corporal se dirá que es un muchacho de "hueso ancho, fuerte, robusto..."


A la hora de una entrevista de trabajo, por mucho que te digan los coachs y demás expertos en comportamiento humano que seas natural, el hecho de presentar una imagen nada ajustada a los cánones estéticos actuales y en mi caso ser mujer de edad más que mediana es decisivo para escuchar “ya le llamaremos” en un tono que sabes que garantiza que no te llamarán. 

A nivel nutricional tenemos un grave problema en Occidente. Por una parte “penalizamos” a quien no cumple los requisitos estéticos. 

Por otra parte las parrillas de programación de las cadenas de televisión cuentan con una amplia oferta de programas centrados única y exclusivamente en la comida: restaurantes con problemas pero que se salvan de la quiebra, espacios de cocina en directo, concursos para encontrar al chef del año, concursos para elaborar los mejores postres, concursos en los que las madres demuestran lo bien que cocinan, programas especiales que llegan con el nombre de Crónicas Carnívoras, programas en los que un ex-soldado somete a un voluntario a una preparación física alejada de lo que denominaríamos ejercicio equilibrado y cercana a la preparación propia de un cuerpo militar de élite, programas en los que un adolescente pierde peso en un verano titulados “Ya no soy gordo-a”. 

La campaña publicitaria que más me inquieta es la que muestra a una joven encantadora, y cuenta que se sometió a un by-pass gástrico y ahora que ha perdido 30 kilos en un año es feliz “porque ahora puede ir de comprar o salir”.

Los delgados y las delgadas, son más listos y listas, más majos y majas, están más preparados y preparadas, son más eficientes…

Los gordos y las gordas solo pensamos en comer, no demasiado responsables, siempre estamos de buen humor, no dejamos de sonreír, aguantamos todas las bromas y chistes porque somos buena gente y si estamos gordos o gordas en realidad es porque queremos porque somos un poquito vagos y descuidados. 

Esto último lo he escuchado en boca de una amiga que me conoce hace 46 años, tras la frase de un médico que no se molestó en leer el informe que adjuntaba mi endocrina. El especialista de turno me preguntó “si había pensado en perder peso…”. Cuando comenté con mi amiga la indignación que me había provocado ese ella me dijo “que en el fondo muchos de los que están gordos no tienen cuidado con lo que comen y claro luego ya se sabe”.  

Un especialista en diagnostico por la imagen pasó la media hora que duraba una prueba de densidometria ósea comentando en voz alta “claro ahora hay que hacer esta prueba pero no se preocupa en perder peso y está tan gorda”. 

En la misma semana me he bajado de dos autobuses antes de perder los nervios, porque dos personas distintas me han insultado y una de ellas me ha clavado su codo en las costillas porque “soy tan gorda que no le permitía viajar cómodamente”. Ni el resto del pasaje ni el conductor expresaron la mínima solidaridad hacia mi persona. 



EL FUTURO...


Nuestra sociedad mantiene una relación errónea con los alimentos. Nuestra sociedad necesita cambiar sus parámetros.

Los más pequeños deben ser educados para comprender la relación entre alimentación y salud. 

Los adultos deber recordar que cada persona es la suma de un millón de circunstancias. 

La próxima vez que os presenten a alguien con sobrepeso no os quedéis mirándole fijamente.

Si, de acuerdo, esta gordo o gorda. Pero si os dais una oportunidad probablemente descubriréis que es inteligente, sensible, amable, puede que incluso de vuestro mismo equipo de fútbol. Si os fijáis un poco más descubriréis que su sonrisa es encantadora, o que su mirada es dulce o que tiene una voz agradable. 

Nosotros nunca juzgaremos a los delgados y las delgadas por su aspecto. Al contrario os admiramos porque la madre naturaleza os dotó con material genético de ganadores.  

No importa los esfuerzos que haga por reforzar mi autoestima. Nunca serán suficientes. Siempre habrá un comentario, una actitud, un gesto, que atravesará mis convicciones y llegará hasta mi corazón. Y ese musculo os aseguro que no es tan fuerte como aparenta. Es mucho más delicado y frágil de lo que pensáis. 

Así que tardaré en olvidar la llamada recibida hace dos días. Mi presencia en aquel evento no se debía a mis cualidades emocionales o intelectuales. Simplemente se debió a que según los cánones de belleza, no soy socialmente aceptable. Soy fea. Así de simple y así de complicado. 

Ser consciente de que tu cuerpo es un error según la sociedad en la que vives, es doloroso. 

Pero más que doloroso resulta agotador tener que justificar porque eres diferente. 






Blanca R. Fernández

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