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martes, 25 de febrero de 2014

NO MUCHACHO, NO ERES ORSON WELLES





Los que me conocen saben que soy muy barojiana y me muevo a partir de mis filias y mis fobias. Y tú desde el principio, desde siempre eres una de mis fobias. 


Los motivos son muchos y muy variados. Pero no importa, no te importan porque a ti no te llegarán nunca. Y tampoco importa porque tu estas en el candelero y eres líder de audiencia y yo soy una eterna figurante en la profesión, a pesar de que te doblo la edad.

Por otra parte como dijo Medgar Evers "si odias (en mi caso cambiaré esta palabra por "si alguien te cae mal") a alguien el problema lo tienes tu porque el otro nunca se entera y ese sentimiento negativo solo te perjudica a ti". 

En fin, porque soy mayor que tú y porque he visto un poco más de mundo que tú a pesar de no haber viajado tanto como tú o haber triunfado como tú, me permito hablarte desde un lugar en la vida llamado “estoy de vuelta de casi todo”.

Te has situado de nuevo como líder de audiencia de la noche del domingo. Enhorabuena. Imagino que te sentirás muy orgulloso. Mucho.

Antes de ayer rompiendo una de mis reglas de oro (no ver tu programa), me senté ante el televisor para verlo. 

Durante los días previos a la emisión los espacios de promoción estratégicamente emitidos fueron calentando el guiso a fuego lento.

Tus defensores, fans y demás público que te adora hasta el paroxismo y te hacen la ola cada vez que tu programa se emite, estaban encantados pensando en que descubrirías la sopa de ajo informativamente hablando acerca de las sombras de aquel día de febrero en el que se nos paró el pulso.

Yo pensé que a lo mejor aportabas algún dato importante o desconocido y como te decía me senté ante el televisor en una especie de tregua unilateral.

Desde el minuto inicial mi indignación y mi cabreo fueron en aumento puesto que hablabas de una operación política a gran escala en la que aquellos en los que el pueblo confió una vez “nos engañaron por nuestro bien”.

Y lo más curioso es que te creí, creí lo que contaban personas a las que hasta ayer respetaba profesional e intelectualmente porque estamos acostumbrados a que los que “mandan” nos traten como a niños de teta, menores de edad, a los que hay que custodiar y vigilar no sea que piensen y tomen decisiones acertadas.

Poco a poco algunos contactos de twitter me comentaron que se trataba de un falso documental, un montaje, una patraña. No daba crédito. Aunque estoy acostumbrada a esperar de ti todo tipo de maniobras para lograr altos indicies de audiencia, esta sinceramente no la esperaba.

Ni tampoco podía esperar que gente a la que como te he dicho, hasta ayer respetaba, se hubiese prestado a colaborar en semejante experimento televisivo.
Lo más humillante llegó con las tomas falsas, el making-off en el que todos “se hacían tanta gracia”.

Perdona si te digo que lo de anoche no tuvo ni puñetera gracia.
Ya sé que un montón de gente dice que aquellos que expresábamos nuestro monumental cabreo no tenemos sentido del humor, que nos tomamos las cosas, la vida demasiado en serio.

No estoy de acuerdo. Considero que tengo mucho sentido del humor. No obstante no me río de quien resbala con la cáscara de un plátano. Quien lo pasa mal o sufre no me provoca carcajadas.

He consultado tu biografía y he descubierto que aquella tarde de febrero tú tenías 8 añitos. Así que dudo mucho que fueses consciente de lo que pasó. De lo que estuvo a punto de pasar. No obstante siempre puedes preguntar en casa que tal lo vivió tu familia y no creo que se lo tomasen a guasa.

Aquella tarde de febrero muchos supimos que algo no iba bien, cuando al conectar la televisión vimos que Joaquin Arozamena, que habitualmente se movía ante la cámara de forma continua, ofrecía un avance informativo en el que hablaba de la “autoridad competente” con un gesto de tensión que resultaba tan inesperado como extraño.

De inmediato algunas compañeras de clase que al llegar a casa habían conectado la radio, empezaron a llamarme preguntando por lo que estaba sucediendo. Todos sabíamos que pasaba pero necesitábamos que otros nos lo confirmaran.

Mi madre que trabajaba como limpiadora en una escuela municipal y sus compañeras fueron enviadas de vuelta a casa tan solo media hora después de empezar su turno. 

La decisión fue de la encargada del servicio una mujer de convicciones políticas sólidas, que perdió a sus padres al acabar la guerra civil. Como eran personas señaladas alguien ordenó un registro en su casa, y encontraron libros prohibidos bajo el colchón. El matrimonio no salió del lugar en el que les interrogaron puesto que los métodos empleados para obtener información, les provocaron la muerte.

Mi padre trabajaba en el turno de tarde noche en una fábrica de Poble Nou y no llegó a casa hasta pasadas las 23:00h. Fue una espera angustiosa. Luego nos contó que desde el autobús vio una ciudad vacía y escondida, y lo que le pareció cientos de policías de unidades de caballería y furgones situados en el centro de la ciudad, esperando nadie sabía qué (que a lo mejor no eran tantos pero el miedo te impide llevar la cuenta).

Mi abuela se pasó toda la tarde y parte de la madrugada repitiendo “otra vez no por Dios, otra vez no”. Y fue entonces cuando por fin alguien de mi familia me habló del Golpe de Estado del 18 de Julio de 1936, de las primeras horas de la guerra y de lo que pasó en la guerra y en los años posteriores.

Mi familia perdió a dos personas jóvenes, al igual que miles de familias de este país. Mi abuela pasó los tres años de guerra durmiendo en el patio de vecinos, esperando que amaneciese y cubierta con una manta, esperando que mi abuelo regresara de su trabajo en un puesto avanzado de vigilancia de la línea férrea de la provincia de Córdoba. Cada día al llegar el alba contaba los tiros de gracia de las ejecuciones que se habían llevado a cabo en el Cementerio de San Rafael.

Mi abuela pensaba en uno de sus nietos mayores, mi primo, que esa tarde viajaba en un tren camino de Madrid para incorporarse a filas, puesto que entonces el servicio militar era obligatorio. Se de otra gente que en Valencia durmió en el cuartel vestido con el uniforme y el fusil.

Otros pasaron la noche quemando documentos “comprometedores” y haciendo las maletas para cruzar la frontera, porque aunque no habían cometido delito alguno, si las cosas salían mal sabían que tal vez sus vidas estarían en peligro.

Tras una larga noche al día siguiente fui a clase. Todo era muy extraño, el tiempo se movía a cámara lenta. Junto a mi mesa de estudio uno de mis compañeros, gamberro profesional y poco amante de la disciplina, permanecía inusualmente quieto escuchando un pequeño aparato de radio. Me comentaron que el director del centro le había permitido aquella licencia porque su tío favorito estaba retenido en el Congreso. Era diputado. Y su sobrino lo estaba pasando francamente mal.

Más tarde quienes han protagonizado un sainete con verificadores incluidos, mataron a aquel diputado maravilloso, hombre de paz y valiente, tan valiente que les plantó cara. Seguro que te suena su nombre. Ernest Lluch.

Años después un prestigioso comunicador radiofónico me contó su experiencia en aquella noche de febrero. Recibió una llamada desde Madrid del dueño de la emisora en la que trabajaba. La consigna fue que nadie debía jugar a ser héroe. Que si los militares tomaban el control de la emisora, que no se negaran. Acto seguido todos los que estaban de guardia buscaron discos de música militar y los emitieron a lo largo de la noche, mientras buscaban corbatas. El motivo era extraño pero comprensible. Nadie en aquel tiempo vestía con corbata y estaban seguros de que usar corbata en caso de hablar con militares les haría parecer más respetables.

Por fin a mediodía todo acabó bien. Sin sangre sin heridos. Solo con un sobresalto en el cuerpo que no se nos ha quitado a pesar de haber pasado más de 3 décadas.

Tenías la oportunidad de hacer algo serio e instructivo, de explicar a los más jóvenes que sucedió, de hablar de una transición que no ha sido tal. Pero no ha sido así. Dices que lo has hecho para denunciar la manipulación de los datos y de que en ocasiones por no decir siempre no se tratan con rigor ciertos temas.

Y para mostrar lo dúctiles que somos, para enseñarnos como nos manipulan los medios y quienes los dirigen te has convertido en alguien que reparte lecciones. Me parece un acto de soberbia por tu parte. Como soy un poquito mayor que tú, te aseguro que no necesito tus lecciones de buen hacer informativo. Te aseguro que suelo consultar todas las fuentes y que luego me formo mi propia opinión, personal e intransferible.

Te comparan con el nuevo Orson Welles y lo permites. Quienes han afirmado que eres un genio a la altura del maestro Welles olvidan la realidad y la verdad de aquella emisión de radio del último día de octubre de 1938.

Pero es que además no has sido original. En absoluto. Antes que tu Josep (Pitu) Abril, hizo lo propio en 1991 con una ficción informativa dentro del programa El Camaleón de TVE2.

Basándose en los datos que llegaban de la antigua URSS Abril junto a Joaquin Guzman informaron falsamente de un golpe de estado en Rusia y del rumor no confirmado de la muerte de Mihail Gorvachov. 

Citaron agencias de prestigio como Reuters o Efe para sostener su producto y crearon un clima de tensión de tal calibre que el entonces presidente del gobierno Felipe González Márquez abandonó una reunión de alto nivel para informarse sobre la crisis en cuestión. 

El hecho de que diversas agencias y medios de comunicación solventes dieran crédito a la “información” que abril estaba ofreciendo en directo dio lugar a una peligrosa dinámica.

La embajada de Rusia en España presentó una queja formal exigiendo disculpas y responsabilidades.

Abril se tomó por consejo de su superior inmediato “dos semanas de descanso”. En ese tiempo le llegaron criticas demoledoras de todos los frentes. Fue tan fuerte el vapuleo que Abril se quedó tocado.

Cuando se reincorporó a su puesto en los servicios informativos el eco de la “noticia” que había protagonizado todavía resonaba.

No obstante la historia en un giro caprichoso y terrible convirtió la ficción de Abril en realidad y aquel verano del 91 se produjo un golpe de estado en Rusia, que borró de un plumazo la dinámica de la Perestroika y la Glasnost y encumbró al podio de los líderes dudosos a Boris Yeltsin.
Josep (Pitu) Abril pretendía reflexionar sobre la precipitación de los medios a la hora de ofrecer información. A la necesidad de contrastar cada dato antes de ofrecerlo al público.

Lo de ayer no se trataba de una revisión sobre la veracidad de la llegada del hombre a la luna.
Lo de ayer fue pura y simplemente un nuevo paso en el juego que hace tiempo que practicas como niño mimado de la comunicación. Y ni siquiera has sido original. 

Porque como ves otros lo hicieron antes que tú. Bueno y otros después. Porque el trabajo de Iker Jiménez en Cuarto Milenio fue increíble.

Mira tú por donde un programa que sabe siempre que suelo pisa resulta que nos deparó una grata sorpresa y muchos datos, muchísimos de aquella noche de febrero.



Sinceramente no era necesario tu ejercicio de transparencia y reflexión. Antes que tú un maestro de la manipulación dejó huellas terribles en la humanidad. Fue quien dijo que repetir una mentira miles de veces la convierte en realidad. Se llamaba Joseph Goebels. 

Blanca Rosa Fernández

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